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Lloverán piedras

El bueno de Ken Loach y su mundo de residuos obreros y postpunkoides me ha dado este título. Puedo hacer lo que quiera una vez realizada la pertinente modificación (cambiar el presente de indicativo del verbo soso y sensiblero por el futuro simple de indicativo). 

Han pasado un mes, más o menos, desde mi última entrada. E hestado aziendo cura de estrés y reciviendo ha mi madre por hestos lares. Hes dezir, poko ha poco he tenido que desensamblarme para reconstruirme y poder afrontar el último año antes del apocalipsis maya, que afectará, sin mucho margen de error a algunas zonas del Yucatán y ciertas ciudades fronterizas del norte de México pobladas de narcos y demás pelajes a las finas hierbas. Ya sabéis. Nada distinto a lo que ya había, nada nuevo bajo el sol, o "mi barco nuevamente en el mar" que diría Byron, perdón, el Lord cojo.

Mis años, desde hace años, comienzan en septiembre, no en diciembre. Y, chicos, en realidad, es lógico porque el ciclo de la naturaleza se finiquita cuando suena la sirena y todo perro quisquis regresa de la playa, de las aglomeradas y turísticas urbes del mundo y toca enfrentarse con los días cortos, las noches largas, y las hojas rojas rojas por las aceras. O sea, que todo la palma en nuestros otoños y llega el momento de colgar el cartel de "DO NOT DISTURB" en el pomo de la puerta de nuestra caverna, cerrar el chiringuito e hibernar. Pero claro, el problema es que el mundo que construyeron nuestros abuelos, que evolucionaron nuestros padres y que estamos actualizando nosotros para entregárselo a nuestros hijos, se basa en el concepto de "modo silencioso" o "piloto automático". Es decir, nuestras quijoteras se largan a los intestinos de nuestras grutas y cavernas -metafísicamente hablando, claro- para hibernar, pero nuestros cuerpos obedecen como zombis a los  "horarios artificiales" y así, desde que somos niños, en Septiembre toca desconectar mentalmente pero seguir al pie del cañón y levantarnos temprano para ir al cole, o al instituto o, en un acto de masoquismo, I wanna be your dog, que diría el mil veces divino Iggy con base musical de los Stooges, a la inservible universidad donde ratones marginales de biblioteca se dedican a enseñar; y cuando llegamos a "mayores" (como si fuera un sitio, un mal barrio con muchos muchos muchos malos bichos...¡¡¡y sin garitos de postpunk!!!) resulta que tenemos que seguir con el piloto automático para levantarnos e ir a currar. 

Cada año lo mismo. Lo único que mantiene nuestras energías, más o menos, intactas es la seguridad de la llegada de ese día primaveril, pedo y dominguero en que la sesera se da cuenta de que... ¡coño, pero si los días ahora son más largos!, y uno ya está en ese magnífico mayo y sus asquerosos 30 grados. Cada año lo mismo. Y, a pesar de que la función está muy vista, de que el número de magia fue explicado hace eones, siempre nos sorprendemos.

 Por tanto, recojo mi negocio, barro un poco el suelo de mi choza y cuelgo mi particular, personal, absurdamente romántico, "DO NOT DISTURB" en la puerta de mi caverna y me dispongo a hibernar. Y si llueven piedras, no creo que mi zombi, mi yo en modo silencioso, se entere demasiado... 

Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz 

5 comentarios:

montse dijo...

Aprovecho y te lanzo un guijarro.
Hay rutinas que se agradecen y rutinas que se odiarán toda la vida, aunque se soporten.

Alvaro dijo...

Cierto, Montse!Pero siempre con el otoño llegará el momento de hibernar. De momento tu guijarro me ha dado, pero como podrás comprobar por la hora del comentario, estoy ya en "modo zombi" total...o sea, que debería escribirte el Álvaro que aún está durmiendo.Un abrazo, Montse; perdón por la ausencia.

montse dijo...

¿Perdón por la ausencia? No tengo que perdonarte nada. Pero me alegra saber que estás bien. :)

Raúl Campos dijo...

Me temo que sí, que van a llover piedras. Y luego se preguntarán algunos por qué.

Un saludo, AV

Alvaro dijo...

¿Por culpa de Ken Loach, Raúl? Jo jo jo! Un abrazo

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