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Orsanmichele

Una tarde en Orsanmichele. La tarde en Orsanmichele. Aquella tarde en Orsanmichele. Javi perdidísimo buscando la casa museo de Carducci por ese laberinto medievaloide de piedra ocre; un "yo" sentado frente a Orsanmichele, Via dell'Arte della Lana 1, y otro "yo" dibujando, proyectando el futuro. Se me viene de golpe que el tiempo allí no pasa igual que en otros lugares; un poco como aquel atardecer en Cascais en la playa de O Guincho, donde el océano comenzaba a lanzar sus lenguas sobre el continente, y el sol hervía allá a lo lejos, sumergiéndose poco a poco como una gran ballena redonda, rojiza; tampoco pasaba de igual manera el tiempo en el Campiello de San Trovaso, Dorsoduro, Venezia, donde los niños jugaban al fútbol desenfadado imitando al gran Platini.

Una tarde entera sentado junto a Orsanmichele mientras miles de turistas se lanzaban de cabeza a la Signoria, a la Piazza del Duomo, o a la de la Santissima Annunziata, o al Ponte Vecchio; síndrome de Stendhal, el dolor de la belleza -dice el sabio-, la morfina de la felicidad -digo yo-, y el futuro como una autopista en el GPS, la necesidad de dejar los barrios de cemento y asfalto, la ciudad que confirmaba las tesis de Spengler, la decadencia de Occidente; ¿cómo volver a ver Madrid con los mismos ojos? ¿Cómo creerse esas pamplinas del "De Madrid al Cielo" o "Capital emergente de Europa", cuando lo único interesante de esa ciudad eran cuatro cosas (el Paseo del Prado con sus museos, el Retiro, la Plaza Mayor y el Palacio de Oriente), y el resto era asfalto, asfalto, asfalto y domingos de familias comiendo tapas en bares nauseabundos? Luego, años más tarde, la experiencia me ayudaría a ser tolerante, tácitamente tolerante con las hordas de personas de mi edad, e, incluso, más jóvenes, sin aspiraciones, sin sueños, con los únicos objetivos de trabajos de mierda mileuristas, hipotecas gigantísimas, créditos, coches pagados a plazos,  y el único néctar de fines de semana totalmente previsibles. 

Orsanmichele fue la epifanía, el catalizador que provocó cierta explosión en mi interior; de hecho, yo estaba destinado, antes de aquella tarde, a eso mismo: a vivir en una ciudad gris, de asfalto, tapeo, horas de metro y transporte público, edificios de cemento, trabajos de mierda, salarios de mierda, a dejarme los días y las horas en mierdas preestablecidas y asentadas. Entendí que siempre sería, como diría Poe, "un hombre de la multitud", o sea, un flaneur, y que mi felicidad tendría que ver mucho con los espacios urbanos. Ya lo veis; ¡qué gilipollez! ¿no? Mientras que, para otr@s la felicidad sería un trabajo de 40 horas en alguna empresa dejada de la mano de D-os, hipotecad@s hasta las cejas con pagos de coche, piso y "niño a bordo", para mi sería otra cosa, quizá algo tan sencillo como un trabajo que me permitiera vivir en alguna ciudad, en alguna jungla urbana, vieja, con los fantasmas de muchos siglos -que no suelen ser los mismos que los que se esconden entre el hormigón armado, las avenidas fascistas o los rascacielos descorazonadores-, donde poder esconderme, sentirme reconfortado. 

Aquella tarde de epifanía entendí lo que la golosa de Bunbury quería decir: "Pondré casa en un país lejano para olvidar". Y ahora que lo he llevado a cabo, ahora que estoy donde quiero estar, no dejo de pensar que la única definición de patria para mi a lo largo de mi vida fue "familia": los vidrios llorosos de mi madre al dejarme marchar, la fuerza de mantequilla de mi abuela que se vino abajo el último día cuando vio las maletas, las manos tristes de mi abuelo -mi alma gemela, y a quien me hubiera encantado tener de compañero de aventuras-. Ojalá pudiera traerles aquí, junto a mi, no separarnos nunca y saberme siempre en mi patria, o sea, con mi familia, pero, ya veis... La lección acaba aquí y es esta: sin un sacrificio, sin una pérdida dolorosa, el hombre no avanza.



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2 comentarios:

Anónimo dijo...

ACABO DE LEER TU ULTIMA REFLEXION Y ESTOY TOTALMENTE DE ACUERDO, AYER MISMO, ESTUVE CON Mª cARMEN Y lUIS Y LES COMENTABA EXACTAMENTE ESO, QUE YO LA UNICA PATRIA QUE RECONOZCO ES MI FAMILIA, ESTÉ DONDE ESTÉ, Y QUE NO TENGO APEGO ALGUNO POR NINGUNA CIUDAD, SOLO POR LAS QUE HABITAN MIS SERES QUERIDOS. CMS

Alvaro dijo...

La patria es un engañabobos, y en vez de lograr la concordia y la unión entre pueblos, sólo genera distinción, segregación, "lo mío" contra "lo tuyo" y, el ejemplo más gráfico es el deporte: cuando los griegos crearon los juegos olímpicos querían héroes, ejemplos, no sólo a nivel deportivo, físico, sino también, como acercamiento a la divinidad. ¿En qué han convertido eso los medios de comunicación? Te lo diré: en basura; hoy cualquier rival de un deportista español se convierte en enemigo público número 1; en su época de rivalidad, verdaderamente, si Schumacher hubiera pisado cualquier calle de cualquier ciudad española le hubieran tirado piedras. José Ramón de la Morena habla como un cura -como un cura gilipollas, rancio, facha y sentimental- y dice siempre "el malo esto, el malo aquello otro", y especifica, habitualmente, acto seguido "con 'malo de la peli' me refiero a los de fuera", como cuando habló de Rossi en motociclismo, de Vettel en F1, de Federer, etcétera.

De tal manera, si es en el deporte que debería ser limpio, puro, como un lenguaje internacional, que traspasara las fronteras, ¿qué no harán los políticos que tienen aún más intereses -y más ocultos aún-?

Odio el patriotismo, odio el chauvinismo y, sinceramente, mamá, ¿por qué no decirlo? España es un país muy muy muy chauvinista. Y eso me hace pensar que ni somos tan malos -es cierto- pero, desde luego, no somos los dioses del olimpo como piensa la mayoría de la gente.

Un beso para todos.

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